La mañana poselectoral de hoy me está recordando mucho a otra que viví hace unos años: el día después de la primera vuelta de las elecciones presidenciales de Francia en 2012.
Por aquel entonces la izquierda francesa se presentaba por primera vez unida bajo el Front de Gauche que encabezaba por el carismático Jean-Luc Mélenchon. Fue una campaña con llenos nunca vistos antes: de las 6.000 personas en el primer mitin de Nantes a las 25.000 en Lille, las 70.000 en Toulouse o las 120.000 en Marsella y París…. Ilusionante. Las encuestas también mostraban un ascenso sostenido: del 7% al 9%, del 10% al 13%, del 13% al 15% o incluso al 17%….
El resultado final estuvo muy alejado de lo que pronosticaban pero no fue malo: del 1,93% del PCF en 2007 al 11,01%. Más tarde, en las siguientes citas electorales el FG no consiguió superar esa barrera y fue perdiendo apoyo progresivamente en las legislativas, las regionales, las municipales... hasta el día de hoy.
Aquello demostró dos cosas: que en Francia existía y existe un espacio político-social a la izquierda del PS con mucho potencial, que enraíza con la historia de lucha del pueblo francés, el movimiento asociativo, el activismo social, el mundo del trabajo, las coordinadoras estudiantiles etc pero que no tuvo una traducción proporcional a lo electoral. El Frente de Izquierda no terminó de comprenderlo y siguió primando lo electoral (que es importante, no nos engañemos) sobre la organización del conflicto social. Y, aunque todavía estamos en caliente y sea muy pronto para análisis sosegados, creo que esa es la lección que tenemos que sacar del resultado de ayer.
El resultado de ayer de Unidos Podemos no es malo. Si bien todas/os esperábamos unos resultados más favorables, afianzan las posiciones de las fuerzas rupturistas en el Congreso con suficiente representación como para plantar cara a un Partido Popular beneficiado por su campaña del miedo. El tiempo de los recortes y los ataques antisociales contra la gente no ha acabado ni mucho menos y esos 71 diputados y diputadas de Podemos, Izquierda Unida, EQUO, las mareas etc deben ser la primera barrera defensiva de las clases populares.
Toca pensar, reflexionar y hacer autocrítica. Nosotras/os, como comunistas, tenemos que conseguir que la esperanza que hemos visto desbordar la campaña de Unidos Podemos no se pierda ni tampoco se guarde para ir a votar de nuevo en Octubre (porque ya sabemos qué pasa, maldita abstención). Nuestro trabajo debe consistir en redirigir toda esa energía a la calle, a los barrios, a los centros de trabajo, a los institutos y universidades, a las luchas concretas por la educación pública, la sanidad, el derecho a la vivienda… En definitiva, construir la unidad popular por debajo, desde el conflicto, que luego fortalezca la unidad electoral.
Y tranquilas/os, el “ahora o nunca” siempre fue una mentira antidialéctica. Aquí no se rinde nadie porque queda mucho trabajo y nadie mejor que nosotras/os sabe levantarse y seguir adelante después de una caída.
Me acuerdo también de aquel lema brillante de hace unos años de la UJCE en Cádiz con el que titulo este post: “Alegría para lucha, organización para vencer”. Porque o nos organizamos y luchamos juntas/os o la apisonadora neoliberal nos pasará por encima de nuevo.