Siguen pasando los días y ya solo quedan seis para la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Francia. Los sondeos siguen dibujando un duelo entre el candidato de la UMP Nicolas Sarkozy y François Hollande, candidato del Partido Socialista, quién sería el nuevo presidente de la Vª República. La cercanía de las elecciones provoca que los partidos y sus candidatos pongan toda la carne en el asador para alcanzar sus objetivos: ayer ambos candidatos se dieron cita en París para emular al Frente de Izquierda en uno de esos mítines al aire libre, aunque no alcanzaron las mismas cifras.
El ambiente es muy diferente en cada uno de los partidos mayoritarios. La UMP espera que los últimos sondeos y un buen resultado en la primera vuelta produzcan el milagro que todos esperan y Sarkozy pueda mantenerse en el Elíseo otros cinco años. En el PS es al contrario. Se saben ganadores y ven cada vez más cerca la posibilidad de que François Hollande se convierta en el segundo socialista presidente de la República tras François Mitterrand. Sin embargo, algunos sectores del PS están inquietos con la evolución que está teniendo el FG y empiezan a mencionar la posibilidad de sentarse a negociar con ellos de cara a asegurar la victoria en la segunda vuelta del 6 de mayo.
El candidato del PS no acaba de 'calar' lo suficiente en el electorado francés. François Hollande está en una posición parecida a la de Mariano Rajoy el 20N y además se parecen bastante entre sí. Son políticos sin demasiado carisma, sin grandes dotes de liderazgo, a los que les cuesta tomar decisiones... Pero lo fundamental, es que ambos llegan como favoritos más por demérito de su rival que por méritos propios. A estas alturas Hollande no parece tener claro qué quiere hacer: ir por la vía fácil y gestionar el neoliberalismo con menos dureza que la derecha o ir hacia esa revolución socialdemócrata que pondrá coto a los desmanes de los mercados.
En este periodo electoral el partido socialista se encuentra en una situación complicada. Por un lado mantener un discurso lo suficientemente a la izquierda para atraer en la segunda vuelta al electorado de Mélenchon que no para de crecer. Por otro, no hacer demasiados gestos a esa misma izquierda para no espantar al electorado centrista y poner nerviosos a los mercados.
Hay al menos tres elementos que están pesando mucho en la campaña electoral de Hollande y que deben traer de cabeza a los responsables socialistas: el primero y más evidente el ascenso del Frente de Izquierda y su revolución ciudadana que cada vez atrae a más gente. Nadie contaba con que Mélenchon llenará plazas una y otra vez y se situará como tercer hombre con un 17% en intención de voto. Esto ha desbaratado parte de la estrategia del PS. El segundo, la presión que ejercen 'los mercados' a quienes no les hace mucha gracia tener un presidente 'rojo' en en Elíseo que puede poner pegas a "hacer lo que hay que hacer". Tercero, el papel del centrista François Bayrou, que dispone de un jugoso 10% del electorado y era el aliado 'natural' de Hollande, hasta el punto que muchos lo ven como futuro Primer Ministro. Y cuarto pero muy importante: el acuerdo legislativo firmado entre el PS y EELV por el que pactaron en septiembre un programa de gobierno en el que los verdes obtendrían en torno a 15 diputados en la asamblea nacional a cambio de apoyar al candidato socialista el las presidenciales y legislativas de junio.
Hollande está atado de pies y manos. No puede ofrecer a Mélenchon un acuerdo programático para la segunda vuelta sin poner en alerta a los mercados y romper el acuerdo que ya tiene con los verdes y que según muchos analistas va mucho más allá de un simple programa, recogiendo incluso un reparto de carteras en el futuro gobierno Hollande. Por el mismo motivo tampoco puede negociar con el FG circunscripciones comunes para las legislativas al haberlas repartido todas entre los verdes y el Movimiento Republicano y Ciudadano.
En los mercados y la austeridad se encuentra otra de las claves del asunto. Para empezar (e incomodar un poco más al PS) la austeridad y la reducción del gasto ha sido uno de los puntos básicos de la campaña electoral de François Bayrou, lo que obliga a Hollande a hacer más equilibrios aún. Cuando le interesa sacar ante los franceses su lado más socialdemócrata mantiene un discurso crítico con las instituciones financieras y favorable a someter al sector financiero al control político. Sin embargo, cuando se dirige a la esfera internacional recuerda constantemente su "I am not dangerous" pronunciado en la city londinense y su compromiso con la Europa de Lisboa y Maastricht.
En la entrevista realizada en France 2 el pasado miércoles junto a otros cinco candidatos, el presidenciable del Partido Socialista realizó un comentario que pasó desapercibido para los franceses pero que los españoles ya conocemos bien: "No sé si al llegar al gobierno nos encontraremos con algún déficit oculto". Es la misma afirmación que pronunciaron muchísimos dirigentes del Partido Popular en campaña electoral y que luego sirvió para justificar los recortes brutales que están llevando a cabo en el gobierno central y en las autonomías donde gobiernan. Si el esquema se mantiene parece que los franceses aprenderán dentro de poco que la socialdemocracia, incluso la francesa, debe acatar y someterse a la voluntad de los mercados como lo hace la derecha liberal. La única opción que les quedan es optar por una ruptura radical como la que propone el Frente de Izquierda.
Por el momento el tiempo sigue pasando mientras Hollande y el Partido Socialista se dejan llevar por la corriente favorable de los sondeos. ¿Qué hará Hollande en la segunda vuelta? ¿Seguirá buscando el centro político u optará por girar a la izquierda? ¿Habrá alternativa o alternancia en la presidencia de la República? De momento el PS no ve motivo para ceder ante el FG. Veremos qué pasa después de celebrarse la primera vuelta y si el resultado del FG obliga a los socialistas a cambiar su estrategia, aunque de momento parece que no será así.