Los ecos de la disolución de la Asamblea Nacional en junio del año pasado siguen sacudiendo la política francesa. Lejos de servir para dar estabilidad a la segunda economía de la Unión Europea, aquella decisión unilateral de Emmanuel Macron ha hundido a Francia en la inestabilidad política. El inicio del nuevo curso ha certificado dos cosas: que la crisis de régimen que atraviesa el país todavía puede profundizarse más y que el presidente de la República es incapaz de resolverla.
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