Hace unos días una jueza del juzgado 30 de lo Contencioso-Administrativo de Madrid (¡sorpresa!) decidió suspender cautelarmente -a petición de la Asociación de Abogados Cristianos- la emisión de un sello de Correos que conmemoraba el centenario del Partido Comunista de España (PCE).
Vivimos en tiempos en que hay que recordar hasta lo más evidente: el PCE es un partido legal desde 1977. Nuestro país y nuestra democracia no se entienden sin el sacrificio de miles de militantes comunistas que durante los años más duros de la represión franquista entregaron sus vidas para llevar la democracia a los centros de trabajo, a las universidades y a las instituciones. Hoy el PCE está presente en numerosos ayuntamientos de todo el país, en diputaciones, parlamentos autonómicos, en el Congreso de los Diputados y en el Gobierno de España. Sin embargo, hay quien sigue empeñado en devolver a las/os comunistas a la clandestinidad.
Resulta curioso que en Francia, Italia o Portugal se ha llevado a cabo exactamente la misma iniciativa conmemorando el centenario de sus respectivos partidos comunistas, sin incidente ninguno. Pero claro, nuestros vecinos tienen una tradición democrática que nace de la lucha y derrota del fascismo. Nosotros no. Aquí, en España, el fascismo ganó y gobernó durante 40 años. Muchos jueces, militares o policías de la época se acostaron el domingo siendo defensores del régimen de Franco y se despertaron el lunes como ‘demócratas de toda la vida’ dispuestos a olvidar convenientemente el pasado para seguir en sus puestos de responsabilidad. Por eso nuestra democracia es de las pocas de Europa en la que se puede ser demócrata sin ser antifascista, o mucho peor, ser cargo público y enorgullecerse del pasado dictatorial de nuestro país homenajeando a sus principales figuaras. Que se lo digan al alcalde de Madrid.
¿Por qué les molesta tanto el PCE? Porque les recuerda que mientras unos peleaban por conseguir la democracia, otros vivían muy cómodos bajo el cobijo de la dictadura y preferían mirar para otro lado. Pero pese a quien le pese, en España no se puede hablar de democracia sin hablar del PCE ni de las/os comunistas. Podrán evitar que se peguen hoces y martillos en los sobres, pero nunca evitarán que las/os comunistas sigamos trabajando diariamente en defensa de los intereses de la clase trabajadora, luchando por los servicios públicos, por los derechos de las mujeres y las políticas feministas, por ampliar las políticas sociales, por abrir las instituciones a la gente… Ese es nuestro sello.