La semana pasada se inauguró el Centro de Salud Ángel Salvatierra, una necesaria infraestructura sanitaria largamente esperada por los vecinos y vecinas de la zona norte, que viene a completar el mapa de la atención primaria en nuestra ciudad. Lamentablemente, lo que debía haber sido un día de fiesta quedó reducido a un mero acto institucional capitalizado por el Partido Popular, con Moreno Bonilla y Beardo acaparando los focos.
Es incomprensible que no se haya contado con el movimiento vecinal en un día así, porque este centro de salud es el resultado de más de 10 años de lucha incansable por hacerlo realidad. Durante ese tiempo se han sucedido gobiernos de diferente color político tanto en el Ayuntamiento como en la Junta de Andalucía, y la presión de los vecinos y vecinas, de gente como Milagros Muñoz y Enrique Valle, ha sido una constante, primero desde la aprobación del Plan Parcial y la firma del convenio allá por 2009/10, después para conseguir la partida presupuestaria, para iniciar las obras o para que se construyeran los viales de acceso y finalmente para que se abriese al público equipado como corresponde. Sin el movimiento vecinal no existiría este centro de salud.
Vecinos, usuarios y Marea Blanca nos manifestamos a las puertas denunciando el uso partidista de esta inauguración y la puesta en marcha de este equipamiento a medio gas. Decía arriba que el Ángel Salvatierra viene a completar el mapa de la atención primaria en El Puerto, no a ampliar ni a reformar. Porque tenemos que lamentar que a pesar de tener unas instalaciones de primera, el centro no cuente con personal propio sino que la plantilla ha sido trasladada desde Pinillo o la Casa del Mar. O que no vaya a tener urgencias las 24 horas, a pesar de contar con toda la infraestructura necesaria. Se da la circunstancia de que éstas han sido dos demandas históricas del movimiento vecinal que el Partido Popular hacía suyas cuando estaba en la oposición y a las que ahora ha hecho oídos sordos.
Todo para el pueblo pero sin el pueblo. Ese era el lema del despotismo ilustrado, un concepto político que definía el sistema de gobierno de las monarquías absolutistas del Antiguo Régimen allá por la segunda mitad del siglo XVIII, y que se oponía a quienes defendían el protagonismo y la participación de la gente en los asuntos públicos. Es curioso cómo a pesar del paso de los siglos algunas actitudes siguen perpetuándose.