Publicado en El Puerto Actualidad
El 1 de octubre habrá referéndum en Cataluña. Es sin duda el tema estrella de estas últimas semanas y está centrando los titulares de los periódicos estatales, las tertulias de televisión etc desde que el Parlamento de Cataluña aprobase su convocatoria.
Son muchos los debates y las opiniones sobre si apoyar el referéndum y participar en el 1-O o no hacerlo. Vaya por delante que este es un tema sobre el que tengo muchas dudas y contradicciones, pero más allá de planteamientos sobre garantías, sobre quién lidera realmente el procés, el papel de la burguesía catalana, el PDeCAT y la corrupción, o la salida final que vaya a tener esto, tengo claro que hay ciertas cosas que los demócratas no podemos permitir.
El Gobierno del Partido Popular, parapetado tras la Fiscalía del Estado y la Guardia Civil, está cometiendo atropellos a las libertades democráticas en Cataluña que nos equiparan a la Turquía de Erdogan: se han prohibido actos de apoyo al referéndum catalán en Madrid o Vitoria, se ha cerrado la web oficial del referéndum, se ha enviado a la Guardia Civil a registrar sedes de periódicos, imprentas y requisar material electoral, se ha amenazado con imputar a más de 700 alcaldes catalanes, se han intervenido las cuentas de la Generalitat…Y más.
¿Qué hacemos ante este choque de trenes? Solo hay una solución: dialogar, pactar y preguntar a los catalanes y catalanas. No es una utopía. En países con una tradición democrática mayor que este se han puesto en marcha varias iniciativas de este tipo. Por ejemplo, en Canadá la región de Quebec ha celebrado dos referéndums de independencia: el primero en 1980 y el segundo en 1995. También en el Reino Unido, donde Escocia celebró su referéndum de independencia en 2014. En todos ellos ganó el ‘no’ y los gobiernos centrales mantuvieron abierto el diálogo. Hoy Quebec está reconocida como una nación dentro de Canadá mientras que Escocia recibió nuevas competencias exclusivas con las que aumentar su autogobierno.
No lo pondrán fácil. El 1-O supone la impugnación de una de las patas fundamentales del régimen del 78 -el modelo territorial- y ha atropellado a la izquierda rupturista, que tiene que estar presente y leer el momento pensando en clave de proceso constituyente y de nuevo sujeto histórico.
Andalucía también debe estar presente con voz propia. Porque para los andaluces y andaluzas, ligar el papel de nuestra tierra en el debate sobre el modelo territorial, que lleva parejo la cuestión del sistema de financiación, con la defensa de los derechos sociales, económicos, y las libertades democráticas tiene un nombre: 4 de Diciembre. Hace 40 años el pueblo andaluz consiguió romper el dibujo territorial pactado por las élites franquistas en la mal llamada transición, que otorgaba a Andalucía un papel secundario, y reclamar para sí el derecho a autogobernarse por la vía de la movilización popular.
Por eso no debe haber dudas este 1-O. El Partido Popular está usando la convocatoria del referéndum para dar una nueva vuelta de tuerca a su política recentralizadora, autoritaria y represiva. Frente a ello, los demócratas no podemos permanecer callados ni ponernos de perfil: debemos denunciar abiertamente estos desmanes, defender sin tapujos las libertades democráticas, la libertad de expresión y el derecho del pueblo catalán a decidir qué relación quieren tener con el resto de pueblos del Estado, en un referéndum legal y pactado con el Gobierno Central.