—Casado ha dado el golpe, ha formado una junta de gobierno y se combate en las calles de Madrid. Su camarada comunista el coronel Barceló lucha solo contra las tropas de socialistas y anarquistas que se han unido a la junta. Mi partido se ha dividido en dos, los que siguen leales a mi gobierno y los que se han sumado al golpe, como Julián Besteiro y Wenceslao Carrillo. Las tropas del anarquista Cipriano Mera son la punta de lanza armada de los rebeldes. Tiene mejores armas que Barceló y muchos más hombres.
(...)
Negrín dejó el puro humeando en un cenicero y comenzó a pasear con las manos enlazadas a su espalda.
—¿por qué cree que hemos perdido la guerra?
—En el campo de batalla, por la superioridad del enemigo en armamento, en municiones, en tanques y en aviación. Y en el campo político, por la cobardía de las democracias, Inglaterra y Francia en particular, y por la traición de Casado. Lo cierto es que podíamos haber aguantado más, esperar a que Hitler se lanzara sobre Europa.
No hemos perdido sólo por esas razones, aunque todo eso haya tenido mucho que ver. Hemos perdido porque no podíamos ganar, porque era imposible que venciésemos, porque las mismas democracias no querían que ganásemos. Y la causa son ustedes los comunistas.
—No le entiendo, señor.
—(...) Usted, como muchos otros, cree que el mundo se encuentra en una guerra final entre el fascismo y las democracias (...). La definitiva batalla para la que ya se preparan las grandes potencias es otra: socialismo contra democracia.
—Contra democracia capitalista, querrá decir… Los comunistas aspiramos a una democracia distinta, una democracia popular.
—Déjese de zarandajas, Modesto: Stalin no es un demócrata (...) Ustedes los comunistas no son demócratas.
—¿Me ha llamado sólo para decirme eso, doctor?
—Le he llamado para saber si creía usted que las democracias iban a consentir que, en su retaguardia, se crease un Estado de signo socialista con serias posibilidades de que fuese controlado por los comunistas españoles, por un partido puesto al servicio de Stalin.
—La República es democrática, señor.
—(...) Si la República hubiera ganado la guerra al principio, todo habría sido posible. Pero ahora, después de casi tres años, nuestra victoria habría supuesto la creación de un Estado socialista en el extremo occidental de Europa, seguramente controlado por ustedes. Y eso no pueden consentirlo ni Estados Unidos, ni Inglaterra, ni quizás tampoco Francia… Franco garantiza al capitalismo de Occidente la seguridad, aunque esa seguridad suponga grandes cementerios repletos de cadáveres.
Conversación entre Juan Negrín, Presidente del Consejo de Ministros y el General Juan Modesto Guilloto horas después del golpe de Casado contra el Gobierno de la II República Española en marzo de 1939. Extraída de El tiempo de los héroes, de Javier Reverte.