Artículo publicado en El Puerto Actualidad
Aunque seguimos sin saber quién será el próximo Presidente del gobierno al menos se ha resuelto el rompecabezas de los grupos parlamentarios en el Congreso. Tras algunas injusticias, zancadillas y algún veto que ha dejado sin grupo a candidaturas con casi un millón de votos, el Congreso queda repartido entre PP, PSOE, Podemos, Ciudadanos y los representantes de la burguesía catalana (ERC y DiL) y vasca (PNV). Los demás, al grupo mixto.
Ante la negativa a que las candidaturas de confluencia autonómica gallega, catalana y valenciana tuvieran el grupo propio que les correspondía, se ha constituido un ‘grupo plurinacional’ integrando en el grupo de Podemos a En Marea y En Comú-Podem. No se trata de una novedad, pues así funcionaba el grupo de La Izquierda Plural la pasada legislatura, pero sí es la constatación de otra realidad social e histórica más que ahora se sienta definitivamente en el Congreso de los Diputados y las Diputadas: el reconocimiento a la existencia de diferentes naciones dentro del Estado.
España es un estado plurinacional, lo es ahora y lo ha sido siempre. Esta afirmación pueda levantar ampollas en algunos sectores políticos de nuestra ciudad, sobre todo entre quienes siguen creyendo en aquello de España una, grande y libre, pero es una realidad difícilmente negable que nuestro estado está formado por diferentes pueblos con identidades colectivas, lingüísticas, históricas y culturales diferenciadas.
En su artículo 2, la Constitución del 78 “reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones” que integran el estado en base a un modelo autonómico que se ha mostrado incapaz de encajar las demandas y el reconocimiento a la diversidad territorial. Se hace necesaria una reforma constitucional que reconozca este pluralismo de identidades, las acomode y permita la convivencia de las diferentes realidades nacionales en un marco de solidaridad territorial.
Este será uno de los debates que marcará la nueva legislatura que comienza, que muchos catalogan ya como ‘segunda transición’. Mientras, la élite política andaluza está a otra cosa. El ejemplo más claro es la Presidenta de la Junta de Andalucía, que parece más interesada en clamar por una modelo de España única y unitaria para atacar a otros pueblos del estado por tacticismo político, que en defender el peso político, cultural e histórico que el pueblo andaluz debe tener en el debate estatal.
Queda un mes para el 28F. Se cumplirán 35 años del referéndum con el que el pueblo andaluz consiguió la autonomía política por la que tanto había peleado y movilizado en las calles. Por aquel entonces los andaluces y andaluzas rompimos el guión de una película en la que teníamos reservado el papel de figurantes. Ahora necesitamos que Andalucía juegue un papel activo en la construcción de un nuevo modelo territorial basado en el federalismo, la igualdad, la solidaridad entre territorios, que garantice los derechos sociales y reconozca nuestras peculiaridades como pueblo. Y eso, hoy como ayer, se consigue con movilización. Las calles y las plazas del Sur deben volver a ser protagonistas.
Aunque seguimos sin saber quién será el próximo Presidente del gobierno al menos se ha resuelto el rompecabezas de los grupos parlamentarios en el Congreso. Tras algunas injusticias, zancadillas y algún veto que ha dejado sin grupo a candidaturas con casi un millón de votos, el Congreso queda repartido entre PP, PSOE, Podemos, Ciudadanos y los representantes de la burguesía catalana (ERC y DiL) y vasca (PNV). Los demás, al grupo mixto.
Ante la negativa a que las candidaturas de confluencia autonómica gallega, catalana y valenciana tuvieran el grupo propio que les correspondía, se ha constituido un ‘grupo plurinacional’ integrando en el grupo de Podemos a En Marea y En Comú-Podem. No se trata de una novedad, pues así funcionaba el grupo de La Izquierda Plural la pasada legislatura, pero sí es la constatación de otra realidad social e histórica más que ahora se sienta definitivamente en el Congreso de los Diputados y las Diputadas: el reconocimiento a la existencia de diferentes naciones dentro del Estado.
España es un estado plurinacional, lo es ahora y lo ha sido siempre. Esta afirmación pueda levantar ampollas en algunos sectores políticos de nuestra ciudad, sobre todo entre quienes siguen creyendo en aquello de España una, grande y libre, pero es una realidad difícilmente negable que nuestro estado está formado por diferentes pueblos con identidades colectivas, lingüísticas, históricas y culturales diferenciadas.
En su artículo 2, la Constitución del 78 “reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones” que integran el estado en base a un modelo autonómico que se ha mostrado incapaz de encajar las demandas y el reconocimiento a la diversidad territorial. Se hace necesaria una reforma constitucional que reconozca este pluralismo de identidades, las acomode y permita la convivencia de las diferentes realidades nacionales en un marco de solidaridad territorial.
Este será uno de los debates que marcará la nueva legislatura que comienza, que muchos catalogan ya como ‘segunda transición’. Mientras, la élite política andaluza está a otra cosa. El ejemplo más claro es la Presidenta de la Junta de Andalucía, que parece más interesada en clamar por una modelo de España única y unitaria para atacar a otros pueblos del estado por tacticismo político, que en defender el peso político, cultural e histórico que el pueblo andaluz debe tener en el debate estatal.
Queda un mes para el 28F. Se cumplirán 35 años del referéndum con el que el pueblo andaluz consiguió la autonomía política por la que tanto había peleado y movilizado en las calles. Por aquel entonces los andaluces y andaluzas rompimos el guión de una película en la que teníamos reservado el papel de figurantes. Ahora necesitamos que Andalucía juegue un papel activo en la construcción de un nuevo modelo territorial basado en el federalismo, la igualdad, la solidaridad entre territorios, que garantice los derechos sociales y reconozca nuestras peculiaridades como pueblo. Y eso, hoy como ayer, se consigue con movilización. Las calles y las plazas del Sur deben volver a ser protagonistas.