Artículo publicado en El Puerto Actualidad
Berlín es una ciudad fascinante, una de las grandes capitales europeas, llena de vida y de historia. La puerta de Brandeburgo, el muro, el Reichstag, o la Plaza de los Gendarmes son lugares que hay que ver si se tiene la suerte de poder recorrer sus calles alguna vez.
La capital alemana ofrece mil alternativas al visitante. Nada mejor para captar la identidad de la ciudad que disfrutando del ambiente del barrio Alfred Rosenberg, de la actividad bulliciosa de la Avenida Heinrich Himmler o pasear por el bucólico parque del 10 de noviembre.
Para quienes gusten de conocer lo mejor de la oferta cultural berlinesa la Ópera es uno de esos lugares que no pueden quedar sin visitar, su imponente fachada o su elegante interior salpicado de bustos de personalidades como Fritz Hippler o Joseph Goebbels merece mucho la pena. Igualmente, un recorrido por la isla de los museos se hace casi obligatorio para este tipo de turistas. Además, muy cerca de allí, en el edificio de la Fundación Adolf Hitler nos ofrecen un apasionante recorrido por la historia alemana que no podemos saltarnos si somos amantes de este país.
Berlín también tiene su faceta juvenil y fiestera. Basta con dejarse caer por algunos de los muchos bares que existen entre las calles Göring y Speer para disfrutar de los buenos momentos de la noche berlinesa, una aliciente más para hacer inolvidable la estancia en esta ciudad.
Llegado a este punto puede que se pregunten a qué viene este artículo más propio de una web de viajes, quizás a algunos/as de vosotros/as os ha llamado la atención algunos de los nombres que he mencionado y seguro que habrá lectores/as que se hayan dado cuenta de que mi descripción de Berlín no es muy fidedigna. Es cierto. Casi todo lo anterior es mentira, un pequeño juego con el que me he permitido iniciar esta columna. Si siguen leyendo descubrirán por qué.
Quizás se pregunten por qué hacer un relato falso sobre Berlín rotulando la ciudad con nombres de líderes nazis. Muy simple: porque no encontrarán en Berlín ni en ninguna otra parte de Alemania ninguna de las calles, avenidas, barrios o parques que menciono más arriba. Como tampoco encontrarán institutos, teatros, estaciones de metro, fundaciones etc en honor a ningún dirigente o personalidad relacionada con la Alemania Nazi, un régimen que sumió a ese país en la tiranía fascista y a Europa en la mayor guerra conocida por la humanidad. Es más, lo contrario nos chocaría.
Sin embargo, parece un asunto diferente si cambiamos Berlín por El Puerto y la Alemania Nazi por la España franquista. Si echamos un vistazo rápido a nuestra ciudad nos encontramos con barriadas como José Antonio Primo de Rivera (en honor al fundador de la Falange), el 18 de julio (día del golpe de Estado contra la II República) o Francisco Franco. Tenemos calles y placas en recuerdo a fascistas y otros líderes de la dictadura (Ximénez de Sandoval, Falangista Ángel Pérez, Falangista Juan López, Carrero Blanco…) plazas en honor al ‘movimiento nacional’... Tenemos a personas que defienden la permanencia de estos símbolos en nuestra ciudad, como también hay alemanes/as que defienden mantener vivo el recuerdo y el legado político de los dirigentes del III Reich. Aquí son ciudadanos/as responsables que no quieren reabrir heridas. Allí son fascistas.
Afortunadamente los tiempos cambian y decisiones como las que ha tomado el gobierno municipal para impulsar junto al Foro por la Memoria la creación de una comisión que revise el cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica en El Puerto lo demuestran. Habrá quien rechace esta medida por inoportuna o quien la tache de ‘revanchista’ bajo la falsa equidistancia de quien pretende igualar a vencedores/as y vencidos/as. Lo cierto es que tras 36 años de dictadura fascista y 40 de monarquía, El Puerto por fin da pasos para saldar su deuda pendiente con quienes pagaron con su vida el compromiso con la legalidad democrática. Sin duda, los/as demócratas de hoy hemos de sentirnos orgullosos/as.